por Carl Eugene Stroud | traducio por Ken Revoredo
En este día la lucha por la revolución sufre de falta de capacidad, a nivel individual, organizativa, y social. Nuestres mayores movimientos sociales, como nuestres esfuerzos personales más apasionados, necesitan un empuje militante que puede conectar estratégicamente acciones dispares. La militancia permite que los movimientos reclamar un orgullo legítimo y la propiedad de las acciones revolucionarias más exitosas. Y la militancia proporciona a la minoría activa un propósito y un lugar distintos en el cultivo de la fuerza social. Sin embargo, la militancia sostenida es un acto de libertad y hoy en día, la mayoría de las personas se encuentran “arrojadas” a la militancia, no por elección sino por las circunstancias. Nosotres, el pueblo que lucha por la revolución social, queremos la opción de aumentar nuestra capacidad de acción militante. Exigimos la opción de hacer militancia porque solo así se sustentará la capacidad de nuestres movimientos revolucionarios en la libertad de los individuos.
Aun así, incluso con la libertad de elegir la acción militante, la pregunta sigue siendo:
¿Dónde deben cometer sus acciones les revolucionaries para que se vinculen a la eventual realidad de las personas inculcando en elles un sentido de agencia en la historia y una aceptación de la responsabilidad de actuar éticamente en el presente?
Para nosotres, la respuesta a esta pregunta se encuentra en la educación de adultos que es un terreno particularmente fértil para el compromiso a largo plazo en el destino de los movimientos populares. La gente siempre tendrá que aprender. Por esta razón proponemos el establecimiento, mantenimiento y defensa de una tendencia educativa revolucionaria para actuar como punto de confluencia e intercambio entre personas que buscan aprender y ensenar, incluyendo miembros de la comunidad, activistas, organizadores, disidentes y militantes.
La tendencia a aprender, que generalmente se asocia con jóvenes, principiantes, estudiantes y aquellos que carecen de suficiente experiencia, no debe descartarse como una forma espontánea de organización. A menudo, después de que las personas han “aprendido”, pasan a realizar “acciones”, empleando sus conocimientos, pero abandonando el espacio de aprendizaje donde desarrollaron su capacidad, sin molestarse en mantener conexiones duraderas con sus métodos o su propósito.
Sin embargo, insistimos en que este espacio requiere su propia defensa comprometida si se quiere que tenga un impacto duradero en la transformación social. En primer lugar, la defensa de este espacio de aprendizaje, con el tiempo, fomentara la formación colectiva de militantes que podrán utilizar su educación común como base para una estrategia unificada y un programa político. Además, la persistencia de este espacio propagara el aprecio por los militantes en las luchas sociales y la comprensión de cuan necesaria es la militancia para el éxito de los movimientos revolucionarios.
La tendencia a aprender debe servir tanto como un espacio donde a las personas se les presenten las herramientas y la comunidad necesarias para la formación militante como un espacio informativo para que la comunidad en general se familiarice con el concepto y la teoría de la militancia. Por tanto, nuestro objetivo es singular, pero tiene dos aspectos bien diferenciados que hay que desarrollar simultáneamente.
Debemos crear un espacio educativo para la formación de militantes, y nuestra frecuentación de este espacio debe establecer caminos confiables hacia y desde el compromiso militante.
De esta forma, la tendencia a aprender será un lugar de encuentro y formación para los más y los menos experimentados.
Con unos objetivos tan claros, sin duda seremos evaluados por nuestros propios estándares, los de compromiso y perseverancia. La definición explicita de la tendencia a aprender se realizara solo por nuestro compromiso con ella, y su efectividad solo puede medirse por su permanencia en el tiempo y el propósito.